martes, 27 de septiembre de 2016

AMOR

  AMOR
                                Efraín Huerta - Werner Bischof

El amor viene lento como la tierra negra,
como luz de doncella, como el aire del trigo.
Se parece a la lluvia lavando viejos árboles,
resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio,
larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras,
un chorro de granizo o fría seda educada.
Es como el sol, el alba: una espiga muy grande.
Yo camino en silencio por donde lloran piedras
que quieren ser palomas, o estrellas,
   o canarios: voy entre campanas.
Escucho los sollozos de los cuervos que mueren,
de negros perros semejantes a tristes golondrinas.
Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta,
 tu azul melancolía, tu garganta morena
   y esa voz de cuchillo que domina mis nervios.
Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento,
  el olor de la niebla, el murmullo del tiempo.
Enséñame tu forma de gran lirio salvaje:
cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho,
cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas
   y en tus largos cabellos las dolientes violetas.
Yo camino buscando tu sonrisa de nube,
 tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre.
Yo voy por el amor, por el heroico vino
que revienta los labios. Vengo de la tristeza,
de la agria cortesía que enmohece los ojos.
Pero el amor es lento, pero el amor es muerte
resignada y sombría: el amor es misterio,
 es una luna parda, larga noche sin crímenes,
río de suicidas fríos y pensativos, fea
y perfecta maldad hija de una Poesía que todavía rezuma lágrimas y bostezos, oraciones y agua, bendiciones y penas.
Te busco por la lluvia creadora de violencias,
por la lluvia sonora de laureles y sombras,
amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada,
finalmente destruida por un alba de odio.

Efraín Huerta - Werner Bischof

sábado, 17 de septiembre de 2016

Y Dios me Hizo Mujer

Y Dios me Hizo Mujer

                                                          Gioconda Belli - Gary Isaacs

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
 suaves hondonadas
me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
  y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
image by Gary Isaacspara que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
 el instinto.
Todo lo que creó suavemente
 
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
   y bendigo mi sexo.

Gioconda Belli - Gary Isaacs

sábado, 10 de septiembre de 2016

ELEGÍA

ELEGÍA
                                               Attila József - Lu Guang

Como el humo que vuela por el triste paisaje
condensándose plenamente bajo el cielo de plomo
flota mi alma
a ras de tierra.
Flota, pero no echa a volar.
¡Alma dura, suave fantasía!
que sigues las pesadas huellas del mundo,
mírate aquí, abajo,
contempla tu origen.
Aquí donde bajo el cielo otras veces tan líquido,

en la soledad de las amargas medianeras,
el silencio monótono de la miseria
amenazando, suplicando,
disuelve la tristeza condensada
en el corazón de los meditabundos
y la mezcla con la tristeza de millones.
Toda la humanidad
se prepara, aquí donde no hay más que ruinas.
La hirsuta lechetrezna despliega su sombrilla
en el patio abandonado de una fábrica.
Por las delgadas escaleras de ventanas
pequeñas y rotas, descienden los días
a la húmeda oscuridad.
Responde tú:
¿eres de aquí
y por eso nunca te abandona
el grave deseo
de parecerte a los demás miserables
en quienes se atoró esta gran época
y en cuyos rostros todos los rasgos se deforman?
Ahí descansas, donde la coja empalizada
guarda y vigila,
gritando, el voraz orden moral.

¿Te reconoces? Ahí las almas
esperan, vacías, un futuro construido, hermoso, firme, igual que sueñan las parcelas,
grave, tristemente,
tener alrededor casas altas que tejan
un rápido murmullo. Los vidrios rotos,
incrustados en el fango, miran con sus ojos fijos,
sin luz, los solitarios y sufrientes prados.
A veces caen de las dunas
dedales de arena...,
y algunas veces revolotea, zumbando,
una oscura mosca, verde o azul,
atraída de los paisajes más plenos
por los excrementos humanos
y los harapos.
A su modo pone aquí la mesa
la bendita madre tierra
que sufre, hipotecada.
En una olla de hierro crece yerba amarilla.
¿Sabes tú
qué desnuda alegría —la de la conciencia—
te atrae y te arrastra para que el paisaje te atrape,
y qué rico sufrimiento
te empuja hacia allí?
Así vuelve a su madre el niño
que rechazan y golpean en tierra extraña.
En verdad
sólo aquí puedes reír o llorar.
Aquí puedes ser dueña de ti misma,
oh, alma. Esta es mi patria.

Attila József - Lu Guang