miércoles, 5 de octubre de 2016

Cuando la música termine

Cuando la música termine

                              Jim Morrison The Doors - Imogen Cunningham

Cuando la música termine,
Cuando la música termine,
Cuando la música termine,

Apaga las luces,
Apaga las luces.
Porque la música es tu amiga especial.
Baila sobre el fuego como ella lo intenta.

La música es tu única amiga,
Hasta el final,
Hasta el final.
Cancela mi suscripción para la Resurrección,

Manda mis credenciales a la cárcel,
Tengo algunos amigos dentro.
La cara en el espejo no va a desaparecer,
La niña en la ventana no se va a tirar.
Un festín de amigos.
Ella gritó llena de vida,

Esperando por mí,
Afuera.

Antes de que me sumerja
En el gran sueño,

Quiero escuchar,
Quiero escuchar,
El grito de la mariposa.

Regresa, chava, regresa a mis brazos.
Estamos cansados de esperar,
De seguir esperando
Con nuestras cabezas en el suelo.
Escucho un sonido muy suave,

Muy limpio,
Muy lejano,
Muy tranquilo,
Muy claro.
Ven ahora,
Ven ahora.
¿Qué le han hecho a la Tierra?
Imogen Cunningham, Monterey Gas Tanks, 1934
¿Qué le hicieron a nuestra inmaculada hermana?
Arruinada y saqueada,
Rasgada con cuchillos,
Al lado del amanecer,
Atada con cercas
Y arrastrada hacia abajo.

Escucho un sonido muy suave

Con tu oído bajo el suelo:
¡Queremos el mundo
Y lo queremos
AHORA!

¡Noche persa!
¡Ve la luz!
¡Jesús!
¡Sálvanos!
Así, cuando la música termine,
Cuando la música termine,
Apaga la luz,
Apaga la luz.

Porque la música es tu amiga especial.
Baila sobre el fuego como ella lo intenta.

La música es tu única amiga,
Hasta el final,
Hasta el final.

Jim Morrison The Doors - Imogen Cunningham

Las voces prohibidas

LAS VOCES PROHIBIDAS

                                              Efraín Huerta - Hiroshi Watanabe   

Más despacio que nunca, casi agónicas,
marchan y duelen estas voces o estrellas.
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Húmedos pies descalzos, breves pieles,
dulce origen, impío desorden. Voces
que purifican lo que tocan. Voces
todo milagro. Suaves voces de amor.
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Voces para decir amor toda la vida
y todo el santo día y a la lenta distancia
de una noche de sueño, amor y voces.
Cálidas o despiertas, dormidas o ya frías,
estas voces se pegan a los labios
y dicen y se dicen altos, duros misterios,
prohibidos latidos, esbeltos calosfríos.
Despaciosas y firmes, llegan como
las bestias, crecen como el encino,
y no hay en ellas nada que no sea verdadero.
Pero duelen. Son dardos de amorosa ponzoña
y dan la seca muerte del olvido.
No perdonan, no aman,
no son ríos serenos sino fuego,
ardiente maldición, dolorosa quietud.
Vienen así, calladas, caminando caminos
de helado polvo. Son las voces
que ya nunca se dicen.
Por eso duelen y por eso ardo
junto a ellas, como al pie de una hoguera.
Ardo y adoro al mismo tiempo
porque nada me callan o no me dicen nada.
Asciendo rudas catedrales de miedo
y el vacío es un lago de hambre y sal.
Me maldigo con ellas
pero duermo con ellas.
Cuando la sed se haya quemado
en mi garganta,
cuando no tenga paz ni amor,
cuando todo sea voces y no llantos,
una pequeña sombra habrá a mi lado.
No la rosa del ansia ni el clavel de miseria,
sino la joven luz del alba,
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la joven voz del alba mía.

Efraín Huerta - Hiroshi Watanabe