LAS
VOCES PROHIBIDAS
Efraín
Huerta - Hiroshi Watanabe
Más
despacio que nunca, casi agónicas,
marchan
y duelen estas voces o estrellas.
Húmedos pies descalzos, breves pieles,
Húmedos pies descalzos, breves pieles,
dulce
origen, impío desorden. Voces
que
purifican lo que tocan. Voces
todo
milagro. Suaves voces de amor.
Voces
para decir amor toda la vida
y
todo el santo día y a la lenta distancia
de
una noche de sueño, amor y voces.
Cálidas
o despiertas, dormidas o ya frías,
estas
voces se pegan a los labios
y
dicen y se dicen altos, duros misterios,
prohibidos
latidos, esbeltos calosfríos.
Despaciosas
y firmes, llegan como
las
bestias, crecen como el encino,
y
no hay en ellas nada que no sea verdadero.
Pero
duelen. Son dardos de amorosa ponzoña
y
dan la seca muerte del olvido.
No
perdonan, no aman,
no
son ríos serenos sino fuego,
ardiente
maldición, dolorosa quietud.
Vienen
así, calladas, caminando caminos
de
helado polvo. Son las voces
que
ya nunca se dicen.
Por
eso duelen y por eso ardo
junto
a ellas, como al pie de una hoguera.
Ardo
y adoro al mismo tiempo
porque
nada me callan o no me dicen nada.
Asciendo
rudas catedrales de miedo
y
el vacío es un lago de hambre y sal.
Me
maldigo con ellas
pero
duermo con ellas.
Cuando
la sed se haya quemado
en
mi garganta,
cuando
no tenga paz ni amor,
cuando
todo sea voces y no llantos,
una
pequeña sombra habrá a mi lado.
No
la rosa del ansia ni el clavel de miseria,
sino la joven luz del alba,
sino la joven luz del alba,
Efraín Huerta - Hiroshi Watanabe
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