Las Cosas
Georges
Perec - André Kertész
Abrirían su correspondencia,
hojearían
los periódicos.
Encenderían un primer cigarrillo. Saldrían.
Su trabajo no les
retendría sino unas horas por la mañana.
Volverían a encontrarse para comer: un
sandwich o carne a la parrilla,
según les apeteciera; se tomarían un café en
una terraza,
y luego regresarían a su casa a pie,
lentamente.
Su apartamento
raramente estaría ordenado, pero su desorden mismo sería su mayor atractivo.
Apenas se ocuparían de él: vivirían en él.
El cómodo ambiente les parecería
algo habitual,
un dato inicial, un estado natural.
Pondrían su interés en otras
cosas: en el libro que abrirían,
en el texto que escribirían, en el disco que
escucharían, en su diálogo, renovado día a día.
Trabajarían durante mucho
tiempo,
sin fiebre y sin prisa, sin amargura. Luego cenarían o saldrían a
cenar,
se encontrarían con sus amigos,
pasearían juntos.
A veces les parecería
que podría transcurrir armoniosamente una vida entera entre aquellos muros
cubiertos de libros,
entre aquellos objetos tan perfectamente domesticados
que
habrían acabado por creerlos hechos desde siempre para que los usaran ellos
únicamente,
entre aquellas cosas bellas y sencillas, suaves, luminosas.
Pero no
se sentirían encadenados a ellas:
ciertos días saldrían en busca de la
aventura.
Ningún plan sería imposible para ellos.
No conocerían el rencor, ni
la amargura, ni la envidia.
Pues sus medios y sus deseos estarían acordes en
todos los puntos, siempre.
Llamarían a este equilibrio felicidad,
y, gracias a
su libertad, a su prudencia, a su cultura, sabrían conservarla,
descubrirla en
cada instante de su vida común.
Georges Perec - André Kertész
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